El Parque Nacional del Timanfaya es sin duda uno de los paisajes más singulares de Lanzarote y del mundo. Lo llaman el mar de lava, la montaña del fuego, la isla de los volcanes... Se trata de un territorio de 51 km2 formado por una línea de cráteres volcánicos y una enorme extensión de lavas.
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Las tres viajeras en el Timanfaya. |
Las últimas erupciones tuvieron lugar en el siglo XVIII, aunque da bastante miedo pensar que el volcán sigue activo... Existen tres formas principales de visitar el Parque Nacional: en autobús que es lo más cómodo, andando en dos paseos diferentes uno por el litoral y otro por el interior, ambos por zonas protegidas para las que hay que pedir permiso en el
Centro de Visitantes y la última opción es en dromedario.
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Las rutas en dromedarios por el Timanfaya. |
Aunque parezca una invención turística, la verdad es que los dromedarios llegaron a esta zona de la isla mucho antes que los guiris, para ayudar en las labores agrícolas.
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La caravana de acceso y el cráter de uno de los volcanes. |
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El paisaje volcánico. En su día la lava enterró varios pueblos. |
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Comiendo en el Diablo. |
En el propio Parque Natural el gran
César Manrique, construyó un restaurante aprovechando el calor del interior de la tierra para aprovecharlo en la cocina de pescados y carnes. El restaurante se llama
El Diablo y aunque la comida no destaca por su exquisitez, las vistas son una maravilla.
De camino al Timanfaya, es parada obligada tomarse un vinito de la Tierra de La Geria. La forma de cultivo de la viña es bastante característica de la zona. El verde de los viñedos destaca en el campo negro de ceniza. Probamos el blanco seco de la
Bodega La Geria, muy recomendable. En realidad no lo probamos en la propia bodega, sino en
La Taberna de Nino en Puerto del Carmen, acompañado con unas croquetas de plátano y un tartar de atún deliciosos.
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La Geria y sus viñas sobre el mar de cenizas. |