lunes, 18 de noviembre de 2024

Lanzarote, entre la luna y el mar

Los jameos del agua en familia.

He tenido la fortuna de viajar a Lanzarote en innumerables ocasiones por trabajo. Y, aunque los desplazamientos laborales cansan, hacerlo a Lanzarote convierte el cansancio en algo más llevadero, algunas veces hasta en un privilegio.

Lanzarote es una isla distinta a todas, suspendida en algún punto secreto entre la luna y el mar. Su piel, marcada por el aliento ardiente de los volcanes, conserva aún la memoria del fuego. Sin embargo, de entre la negrura áspera surge siempre un destello de verde obstinado, un pulso de vida que desafía lo imposible. La isla entera es un manifiesto de supervivencia, una prueba de que la belleza también puede brotar del terreno más inhóspito.

En el volcán de La Corona, un paseo fácil.

Los Jameos del Agua.

La isla es hija del fuego: nació de las erupciones del Timanfaya y renació, siglos más tarde, con la eclosión de César Manrique. Lanzarote lleva su impronta en cada latido. Todo ha pasado por sus manos: los Jameos del Agua y su auditorio submarino, su antigua casa convertida en fundación, los “juguetes del viento” que vigilan las rotondas, el Mirador del Río que se asoma a La Graciosa, la Cueva de los Verdes, el Jardín de Cactus, el Monumento al Campesino, la intervención sobre el Timanfaya, hasta el propio aeropuerto, ahora rediseñado, respira parte de su visión.

                                                                                                                                              Fundación César Manrique.

Y, aun así, su obra no cansa. Al contrario: se celebra, se agradece, se reconoce en cada esquina. Porque en cada una de sus creaciones palpita un respeto absoluto por la naturaleza y por la esencia irrepetible de Lanzarote, como si el artista hubiera sabido escuchar el latido de la isla y traducirlo en forma, luz y silencio.

                                                    

                                    La rotonda del Monumento de los campesinos, de César Manrique.


                                             

                     Desde el Mirador del Río, enfrente a La Graciosa. Nunca he entrado a la instalación, dicen que no merece la pena, las grandes vistas se aprecian desde fuera. 

El paisaje lunar visto desde el autobús que recorre el Parque Nacional del Timanfaya.


                                       


                                       

                                                  Camellos por el Timanfaya. Un primer plano de Felipe.

La visita al Timanfaya es obligada, el paseo en camello no. Aunque una vez que fui con Félix nos dejamos pasear por el camello Felipe y lo recordamos con cariño.

                                               

                                        

                                                         Géiser del Timanfaya.

Es espectacular ver que el volcán sigue vivo y si le echas agua caliente sale un géiser. Muy recomendable quedarse a comer en el restaurante del Timanfaya el pollo hecho al calor del volcán.


El Charco de los Clicos, es verde por la presencia de aguas y azufre en el agua. Al otro lado el mar.

Cerca de la laguna hay muchos restaurantes buenos para comer, en Lanzarote hay mucha oferta. Pero creo que si tuviera que elegir uno me quedaría con el Sebe y su arroz con carabineros de La Santa, un caladero que se descubrió en la pandemia y que explota una familia de pescadores locales que sacan a la luz las mejores gambas y carabineros que yo he probado nunca. 

El arroz con carabineros del Sebe.

Atardece en San Ginés.

Lo más feo de Lanzarote es posiblemente su capital: Arrecife, pero incluso en esta urbe un tanto destartalada existen rincones admirables como el Charco de San Ginés repleto de barecitos para tomarse unas lapas a la plancha o las típicas papas arrugás. 

Aunque para comer bien y barato en Lanzarote lo mejor son los Teleclubs. 

Otro rincón un poco más desconocido de la isla es la casa dónde vivió José Saramago, llegué tarde a la visita pero me encantó conocer su maravillosa biblioteca. 

La Biblioteca de Saramago.

Y si me tuviera que quedar con un rincón para volver, sería siempre Famara. En la playa de abajo de su risco. Y su antigua capital Teguise, que hoy es un pueblecito concurrido y adorable.

Teguise, la antigua capital de Lanzarote.


Famara y siempre.


jueves, 17 de octubre de 2024

San Antonio, la ciudad de Texas de origen canario


Texas es la cuna del tex-mex, a un paso de México en este estado se unen no sólo se unen las gastronomías, si no también las culturas y las idiosincrasia de sus gentes. 

                                                   

Estuve en Dallas y San Antonio. Dallas es una gran capital con sus típicos rascacielos, cochazos 4 x4 y avenidas enormes. Quizás lo más destacable sea su estadio de los Dallas Mavericks y su cocina tex mex. En realidad, nada especialmente destacable...

Dallas y sus rascacielos.

Distrito de Las Artes, Dallas.

Típica comida tex-mex. Burrito.


Sin embargo, San Antonio me encantó. Es una ciudad mucho más acogedora, digamos que más latina, con un centro histórico digno de un buen paseo y una cultura más amable con el extranjero. 

San Antonio está además estrechamente vinculado con las islas canarias, pues fueron 15 familias de Lanzarote, Tenerife y Gran Canaria las que fueron "obligadas" o animadas por el rey Felipe V en 1730 a cruzar el Atlántico para fundar una nueva ciudad: San Antonio de Béjar, que luego pasó a ser San Antonio a secas.

Felipe V pensó en los isleños españoles para poblar esta zona por ser los que mejor se adaptarían a su clima cálido. Hoy esas raíces isleñas siguen estando muy presentes en la ciudad, la catedral está dedicada a la Virgen de Candelaria, patrona de Canarias y existe una asociación asociación muy activa y orgullosa de ser los descendientes de los fundadores canarios de la ciudad.

                                                       

                                                            Misión de "El Álamo"

La Misión de El Álamo es una fortaleza que consistía en una iglesia cercada, construida por los españoles en el siglo XVIII con el objetivo de convertir a los indígenas americanos al cristianismo. 


Paseo por el Río San Antonio.

El Río San Antonio que cruza la ciudad, se puede pasear a pie o ir en barco.

La escultura Citlali en el River Walk, construída en el 300 aniversario de su fundación.

La escultura Citlali es del artista mejicano Pedro Reyes y hace honor a su origen multicultural. 

El River Walk de San Antonio, muy agradable.

En el paseo por el río la naturaleza es exhuberante, también hay una zona con muchos barecitos muy agradables.

El River Walk.

La catedral de San Antonio, que acoge la Virgen de Candelaria, en honor a los fundadores de la ciudad en el siglo XVIII.

La Virgen de Candelaria en San Antonio, de Texas.

El barrio de Pearl en San Antonio también es muy recomendable para dar un paseo, el Hotel Emma, una antigua fábrica de cerveza reconvertida. Es un lujo que podríamos decir que está en el contexto de lo sostenible.

El bar del Hotel Emma.


La entrada del hotel Emma.



domingo, 28 de julio de 2024

Irlanda, un respiro verde y fresco ideal para visitar con niños

                                               
                                                    En los acantilados de Moher.

Irlanda es un destino perfecto para huir del calor español en verano. Sus prados verdes, sus vacas y sus casitas de colores hacen de este paisaje un oasis de tranquilidad y frescor en la temporada estival.

Elegimos como campamento base el pueblecito de Doolin, una pequeña localidad en la costa Atlántica, a un paso de los famosos acantilados de Moher y del puerto dónde sale el ferry a las islas de Aran. 

En nuestra casita de Doolin, del Sr. Sean.

Uno de los ambientados pub del pueblo.

Rodeado de vacas.

Una casita de Doolin, un pueblo hoy bastante turístico.

Viendo las vacas.
Los acantilados de Moher. El paseo es bonito para ir con niños, aunque un poco peligroso.

Es recomendable alquilar un coche pequeño, porque las carreteras son muy estrechas.

Castillo de Bunratty. 

Viajar en coche por Irlanda e ir parándote a contemplar castillos e iglesias abandonadas tiene algo de místico y aventurero. 

Las Islas de Aran están constituidas por tres pequeños archipiélagos, nosotros estuvimos en el más grande Inishmore que es precioso para perderse por su castillo abandonado y sus casas. Se puede alquilar un carro tirado a caballo para pasear por el pueblo, nosotros decidimos hacerlo a pie. 

El Castillo de Inishmore.


                                                             

En la playa de Inishmore, los locales se bañan en verano. Para nosotros hacía un poco de frío...


Un burrito de Inishmore.


Una visita que nos encantó para hacer con niños cerca de Doolin es la demostración de border collies pastores de oveja en Caherconnel que además tiene un típico fuerte redondo de la zona ya en desuso. Cerca de allí se puede visitar el dolmen de Poulnabrone, un lugar que aún guarda parte de su misticismo.  

A la entrada de Caherconnel.

El dolmen de Poulnabrone, a Irlanda siempre con chubasquero.

Cerca de Doolin se encuentra el paisaje de Burren, un lugar rocoso con un interés geológico no muy apreciable para los que somos legos en la materia, pero que también tiene numerosos yacimientos arqueológicos escondidos muy interesantes. 


El paisaje de Burren.


Si vas a Irlanda, tienes que pasar por Dublín, su capital. Una ciudad llena de música callejera, cervezas y espectáculo. Nos gustó mucho. 


Las pintas en el típico pub.

Nuestra casita de Dublín.



La galería de Hugn Lane, de arte contemporáneo. 
Un cuadro de Francis Bacon.

El estudio de Francis Bacon.

El estudio de Francis Bacon me llamó la atención por su descomunal desorden, me quedé pensando ¿ayuda el caos a la creatividad?


Verano 2024.