miércoles, 30 de noviembre de 2016

Oussouye en bicicleta

El dios Diola, en Oussouye. 

Cuando llegamos a Oussouye tuvimos la suerte de encontrar a Charles, que sabe perfecto español y trabaja en una agencia de alquiler de bicicletas. Su teléfono por si alguien pasa por allí que le mande nuestros saludos: 773 699 038.

Charles en bici.


Ir en bici fue una forma de conocer el entorno increíble porque nos permitió llegar a pueblos totalmente desacostumbrados al turismo. E incluso tuvimos la suerte de presenciar uno de los rituales diolas más importantes de la vida de un pueblo. El festejo que se celebra cuando los niños de la comunidad se hacen hombres. Cuando vuelven de cazar y de sobrevivir por sí mismos en la selva, el pueblo entero se entrega al baile y a los cánticos tradicionales.

También nos llevó Charles a conocer al dios Diola, que a parte de ser una "atracción turística" en cierta manera, es realmente una forma de conectar con esta étnia y sus costumbres. El rey Diola siempre viste de rojo, no puede abandonar nunca Casamance y no usa zapatos. Ayuda a los niños más pobres de la comarca, que viven en su casa mientras van al colegio. A él se le rinde tributo con diferentes fetiches. Los diolas no son musulmanes, como el resto de Senegal, sino animistas. Así que utilizan monos, cabras y vacas para orar y pedir a los dioses que habitan el bosque. Hay un fetiche para casarse, otro para enamorarse, otro para encontrar trabajo, solucionar una disputa, etc... El rey diola también actúa como mediador de conflictos. Cuando fuimos a verlo, tenía cola...


Con unos niños en un gigante ceiba de extraordinarias raíces.
 El Ceiba es el árbol sagrado porque entre sus prominentes raíces se escondían las mujeres y los niños cuando había guerra.



Una pequeña aldea del camino. 
Las casas impluvium son una típica construcción diola para aprovechar el agua de la lluvia. En el techo hacen una especie de embudo de paja para recoger el agua en el centro de las viviendas. Alrededor de este círculo, por dónde también entra la luz, se desarrolla la vida en los hogares. Las fotos más bonitas que tenemos de Senegal se tomaron en este tipo de construcciones.

Una casa Impluvium cerca de Oussouye, hoy deshabitada.

Esta casa impluvium fue hace unos años un hotel, pero con el conflicto armado de Casamance y la  consiguiente caída del turismo, tuvieron que cerrar. Esperamos que puedan volver a abrir pronto. Porque hoy por hoy Casamance es un lugar absolutamente seguro. 

Zinguinchor, viajando por libre por la Casamance

Las barcas de los pescadores.

Cuando llegamos a Senegal nos recomendaron visitar Casamance, es una zona poco turística aún, supongo que por eso llena de encanto natural y con gentes muy agradables. 

Es la zona dónde viven los diolas, una étnia realmente mágica que nos conecta con el pasado. Casamance es un lugar dónde hace tiempo crearon estados independientes gobernados por reyes y sus tradiciones, que aún perduran muy arraigadas entre sus moradores. 

Para llegar a Casamance lo más fácil es llegar por avión o barco a Zinguinchor. La ciudad más grande de la zona fundada por los portugueses en 1645. Hoy perviven en ella algunas casas coloniales  desvencijadas y grandes avenidas comerciales polvorientas, así como un mercado de pescado y cereales. La ciudad no es muy bonita pero es un buen punto operativo para preparar el viaje, comprar víveres y definir la ruta. Así como, para ir cogiéndole el pulso a este insólito rincón del mundo. 

Una de las casas de Zinguinchor, hoy ruinosa.

Es recomendable pasar por Le Kasse, restaurante dónde se dan cita lugareños y viajeros, con buena comida y buen ambiente. Aquí quedamos con Sara, amiga de antaño de mi época scout, aunque lamentablemente no pudimos verla porque perdíamos el avión. Justamente a mi vida scout me recordó mucha este viaje...  

Pelícanos descansan en un árbol.

Íbamos sin mapa, sin guía y sin saber francés, así que aprovechamos la noche en el Hotel Le Perroquet , para charlar con los viajeros y tomar nota. Entre unos y otros íbamos cogiendo ideas de lo que nos gustaría ver y al día siguiente nos montamos en un "set place" -coche de siete plazas que van saliendo cuando se van llenando- para viajar hasta Oussoye. 


Una grulla en el jardín de una familia.

Una mujer transportando pescado por la carretera.

Fue la primera vez que viajaba sin un libro-guía a un lugar, pero resultó ser una experiencia del todo fascinante.