viernes, 16 de diciembre de 2016

Isla de Eubaline, dónde perviven las costumbres diolas

Leyendo la Revista Altair  vimos una foto muy bonita de la isla de Eubaline, y en la playa de Cap Skirring dos españoles que estaban haciendo un estudio etnográfico de Casamance nos recomendaron ir a verla. ¡Así que fuimos allí!

Conseguimos el teléfono de Konacry 720 0284 28 que tenía un cayuco y nos podía llevar. Y la verdad es que sobre todo el viaje en barcaza y el contacto con la gente del poblado fue una experiencia muy auténtica, y bastante alejada de los itinerarios turísticos.


Dejamos a nuestras compañeras de cayuco cerca de su poblado. Llevaban gallinas para la cena.

Un pelícano sobrevuela el río.


Una señora por el río.

Unos niños en una barcaza.
Cuando llegamos a la isla de Eubaline, nos quitamos las chanclas, era mejor ir descalzos porque si no se quedaban pegadas al barro.

Casi todas las edificaciones de la isla de Eubaline son tradiconales de adobe y paja. Aunque algunas han añadido algo tejado de lata. Suena mucho cuando llueve pero resiste mejor a la lluvia durante los años.

El pueblo de Eubaline.

Una casa impluvium.
Alrededor del impluvium se desarrolla la vida familiar. En esta foto las mujeres se resguardan del calor a la sombra, mientras realizan diversas tareas del hogar.

Un niño del pueblo.

Dos niñas del pueblo.
La isla hay que recorrerla con un guía. Para no perturbar a sus moradores, no se puede hacer fotos a los adultos al menos que te den su consentimiento. A los niños no hace falta preguntarles, los llaman "los amigos de los turistas".

Dos mujeres moliendo el trigo.

Una mujer mayor tejiendo.

Otra casa impluvium donde las mujeres trabajan alrededor del patio.

Dos niños juegan con una radio vieja.
La isla de Eubaline, está rodeada de campos de arroz, es por eso que vive allí esta pequeña población, para cuidarlo.
La barcaza que nos llevo a la isla, la cogimos en Edioungou, una bonita aldea.

Konacri nos preparó una pasta con patatas fritas a precio de restaurante occidental, nos sorprendió tanto no comer arroz rodeado de esas extensas plantaciones... finalmente entendimos que era una forma de agasajar al visitante, aunque hubiéramos preferido probar el arroz tal como lo comen ellos. 

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