miércoles, 24 de agosto de 2011

Vesperal

Antes del atardecer.

Rubén Darío (1867-1916) es en Nicaragüa un héroe de la nación, aunque no llegué a la altura de Augusto C. Sandino.

Antes de emprender mi viaje me compré tres libros que me han parecido una magnífica elección, Moncho ya me había regalado una guía por lo que opté por el encuentro literario e histórico con el país.

Recomiendo la librería que es la maravillosa Viajes de la calle Serrano de Madrid y la bibliografía por si a alguien le puede interesar:

-El viaje a Nicaragüa e Intermezzo Tropical, de Rubén Darío.
-Breve Historia de Centroamérica, de Héctor Pérez Brignoli.
-Popol Vuh, que es un libro de la civilización maya de Guatemala y Honduras, que narra el génesis de la Tierra según esta población.

Del libro de Darío destaco el poema Vesperal, que comparto con vosotros para recordar las tardes del Caribe. En homenaje al gran poeta universal, la pequeña aldea de Matagalpa dónde nació se llama ahora Ciudad Darío. Aunque en realidad la madre del poeta estaba por allí de paso y el literato estaba basado en la ciudad de León, dónde murió, después de sus estancias en España, Francia y otros países de Europa.

Vesperal

Ha pasado la siesta

y la hora del poniente se avecina,

y hay ya frescor en esta
costa, que el sol del Trópico calcina.

Hay un suave alentar de aura marina,

y el occidente finge una floresta

que una llama blanca de púrpura ilumina.

Sobre la arena dejan los cangrejos
la ilegible escritura de sus huellas.
Conchas de color de rosa y de reflejos

áureos, caracolillos y fragmentos de estrellas
de mar forman alfombra
sonante al paso en la armoniosa orilla.

Y cuando Venus brilla,
dulce, imperial amor de la divina tarde,
creo que en la onda suena
o son de lira, o canto de sirena...
Y en mi alma otro lucero como el de Venus arde.




Se nota la influencia en los caminos de Antonio Machado (1975-1939), en especial a mi me resuena este poema, porque comparten esa extrapolación del sentimiento interno a la naturaleza:

Yo voy soñando caminos

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas! ...
¿Adònde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
«En el corazòn tenía
la espina de una pasiòn;
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazòn.»

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazòn clavada.»

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Lindísimo amiga! y lindísimas palabras como siempre nos hacés llegar desde lo más profundo de la calidez que tenés dentro. juli. :)

Clara dijo...

Juli!!! Muchas gracias!! Tengo ganas de verte. V - esos!

AndreA dijo...

Clara... esta entrada es preciosa...

Clara dijo...

Grasias Andrius! Voy a bajar las últimas fotos de la cámara!! Ainnnn te veo prontito!! MUAKK